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Una escueta ojeada a través de la historia de Marbella nos permite reconocer a una ciudad cuyos caracteres esenciales se conforman con la conquista cristiana. Marbella se rinde al rey Fernando el 8 de junio de 1485, según consta en las capitulaciones. Las noticias de la rendición de la ciudad apenas si se reflejan en las crónicas, posiblemente por el eco que tuvieron las resistencias de Ronda y Málaga.  Con la rendición de la primera de estas ciudades, el 23 de mayo de 1485, desapareció el más duro de los sectores fronterizos; el camino hacia Marbella quedaba expedito para las tropas del rey Fernando, quien delega en el conde de Ribadeo los detalles de la entrega de la ciudad. Dicha entrega se va a producir, pues, sin lucha ni brillantez, lo que obviamente no satisface a un guerrero como Fernando.

Las Capitulaciones de la ciudad siguen el modelo de las establecidas para Álora, y en ellas se estipula la obligación por parte de los antiguos habitantes de abandonar la ciudad, otorgándoles ciertas facilidades para su exilio. Es de notar, en cualquier caso, la poca predisposición del Rey por integrar a los musulmanes. Las Capitulaciones de las alquerías de Marbella se llevan a cabo en Fuengirola unos días después, y sus apartados son mucho más duros y exigentes que los dispuestos para la ciudad, quizás por haber sido otorgadas a instancias de los vencidos.

La llegada de los nuevos pobladores y la ocupación de las viviendas de los musulmanes se harán de forma paulatina, mostrando especial interés la monarquía en dotar a la ciudad de un número de habitantes suficiente que evitara la vuelta de los antiguos pobladores. La nueva población estará compuesta por un grupo heterogéneo de personas en el que predominan los soldados y los campesinos, en un número total que podría ascender a 275 vecinos, lo que supone una disminución sensible respecto al periodo musulmán.

En cuanto al Concejo de Marbella, su constitución no se produciría hasta unos años después de la entrega de la ciudad, debido a los problemas derivados del desalojo de los naturales y de la organización de la vida castrense. De tal manera que desde 1485 a 1490 las instrucciones que se conservan van dirigidas a personajes del entorno real: una minoría de familias que ostenta el poder local y cuyo máximo exponente es el conde de Ribadeo, alcaide de la fortaleza y justicia mayor. En este sentido, como ha señalado Catalina Urbaneja, «se intuye la inexistencia del cabildo en las provisiones emitidas durante este periodo, pues los asuntos de gobierno son dirimidos por personas allegadas a los Reyes Católicos (…). La administración local comienza a perfilarse a principios de la década de los noventa y se configura definitivamente al finalizar la “reformación” de Serrano», personaje conocido como el bachiller Serrano y que fue enviado para organizar el apeo y el repartimiento de las haciendas musulmanas.

En cualquier caso, una vez finalizada la guerra en 1492, Isabel y Fernando se disponen a recompensar los servicios prestados por los nobles que han participado en la contienda mediante la entrega en señorío de un buen número de villas y lugares esparcidos por todo el reino. Benahavís y Daidín son donados a don Juan de Silva, conde de Cifuentes, mediante Merced el 25 de junio de 1492 . La enajenación de villas y lugares dependientes de las ciudades a favor de los miembros de la nobleza siempre provocaron un enorme malestar y descontento en los concejos urbanos. En el reino de Granada, las primeras concesiones de señoríos suscitaron escasas reacciones, pues los concejos se habían constituido hacía poco tiempo, y sólo Vélez Málaga y Marbella expresaron abiertamente su disgusto por las mercedes otorgadas, en el caso de Marbella al conde de Cifuentes, y en el de Vélez a los Fernández de Córdoba. «Ambas ciudades se negaron a reconocer la jurisdicción de estos señores sobre las villas que les habían sido concedidas, lo que obligó a la Corona a confirmar los privilegios otorgados y a ordenar su cumplimiento».

Se producen disputas y pleitos entre los señores y las ciudades. En Marbella, según la capitulación de rendición, los moros que vivían en ella y en las alquerías de Montemayor y Cortes «habrían de abandonar sus casas y tierras, las cuales serían repartidas entre los repobladores cristianos». Sin embargo, Antonio de Dueñas, criado del conde de Cifuentes, al tomar posesión de Benahavís y Daidín, pretende extender la jurisdicción de su señor sobre la alquería de Tramores y la fortaleza de Montemayor, a lo que se opuso Marbella, «que apoyándose en declaraciones de los propios mudéjares de Benahavís y de otras alquerías vecinas, efectuadas en el transcurso de una pesquisa realizada por el bachiller Juan Alonso Serrano en el otoño de 1490, alega que todas las alquerías situadas en sus alrededores carecen de términos propios y, por tanto, no reconoce al conde más jurisdicción sobre dichos lugares que “de las tejas adentro”». Serrano inicia su pesquisa a raíz de la reclamación presentada por los mudéjares de las alquerías de Benahavís, Daidín, Tramores, Ojén, Istán, Almachar y Arboto, quienes se quejan de que los repartidores de Marbella los han despojado de las viñas y heredades que poseían, desde tiempo inmemorial, en las alquerías de Cortes, Benabolas, Esteril, Maguetes, Benamarín y Fontanilla, las cuales se habían despoblado antes de la conquista. Después de oír los testimonios de los vecinos más viejos de las citadas alquerías, que reconocen su dependencia jurisdiccional respecto a Marbella y la inexistencia de mojones que separasen sus términos de los de la ciudad, desestima su petición y adjudica a ésta última todos los términos de las alquerías despobladas. Serrano fundamenta su sentencia en la cláusula de la capitulación de Marbella que reservaba todas las tierras situadas debajo de las fortalezas de Montemayor y Cortes a los conquistadores. Las declaraciones de los mudéjares ofrecen interesantes detalles respecto a la organización administrativa de los distritos más occidentales del reino nazarí durante el siglo XV .

«No todas las ciudades tuvieron la misma suerte en la batalla judicial emprendida para tratar de reducir al mínimo posible el espacio sobre el que los señores podrían ejercer su jurisdicción. Únicamente Marbella alcanza una victoria total en este sentido». Resultó decisivo el testimonio de los mudéjares en la pesquisa del bachiller Serrano, para que el Consejo Real reconociera que Benahavís y Daidín carecían de términos.