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Son muy pocas las noticias históricas que se refieren al propio archivo. Es sabido que desde 1480, al sentar las bases del régimen municipal, «se obliga a contar con un espacio digno para casa del Ayuntamiento y con otro para los documentos», lo que hace pensar que esta disposición de alguna manera se reflejara en nuestra institución y se procediera a conservar sistemáticamente la documentación.

Más adelante, el intervencionismo borbónico destacó por su tendencia a fiscalizar la correcta conservación de los documentos remitidos desde las cancillerías reales y consideró los archivos como instrumentos eficaces de gobierno.

Pero los testimonios acerca de la existencia de un local destinado a custodiar los papeles producidos por el Ayuntamiento, los datos sobre la existencia de un Archivo Municipal en Marbella aparecen por primera vez en la documentación relativa a las Cuentas de Propios y Arbitrios de 1763, en donde se asientan los libramientos para el arreglo de la cerradura del Archivo de esta ciudad. Al año siguiente, 1764, aparece un gasto para el «arreglo de los papeles del archivo» en el Libro de Entrada y Salida de Caudales de Propios. Y en 1777 se citan a los “caballeros claveros del Archivo de esta ciudad” en un expediente de la serie de Justicia. Por aquel tiempo nuestras dependencias contendrían, por ejemplo, todos los acuerdos del cabildo desde finales del siglo XV.

Vuelve a mencionarse algunos años después, en las sesiones del cabildo de 11 y del 18 de diciembre 1812, aunque esta vez es para darnos noticias de la desaparición del archivo en cuestión como consecuencia de la estancia de las tropas francesas.

(...) haciendo presente al dicho señor Superintendente General que con el motibo de las repetidas imbaciones que esta ciudad ha padecido por los Enemigos, y las que en tiempo permaneció en ella de guarnicion, quedaron destruidos todos los papeles de este Archivo, y los que existían en las oficinas públicas, de modo que se halla este ayuntamiento sin ordenes ni instrucciones para la dirección y manejo de dichos ramos

(Se refiere a la puesta en marcha de la cobranza de los débitos en los ramos de Caballería y Montes).

Este mismo tenor se advierte en lo expresado por las actas del 18 de diciembre de ese mismo año:

(...) Este Ayuntamiento procedio á la composicion del archibo de esta ciudad, que fue destruido por los enemigos al tiempo de sus imbaciones, y á la reposicion de sus quatro llaves. En esta virtud acuerda quede la una en poder de uno de los señores alcaldes, la otra en el del señor regidor mas antiguo, la otra en la del regidor don [...] Alonso Moral en la clase de archivista, y la otra en poder del secretario del Ayuntamiento (...)

Estos testimonios, muy cercanos al tiempo de los acontecimientos, nos desvelan las causas de la pérdida de la mayoría del material concerniente al periodo moderno (siglos XV-XVIII) del Archivo. Una pérdida que sólo nos permite hacer un inventario de lo irreparable y nos obliga a reconstruir la historia local a través de otro tipo de fondos.

Mucho se ha especulado con la desaparición de este caudal, llegando a retrasarse hasta los inicios de la guerra civil. Aunque durante las restauraciones absolutistas fue común la destrucción sin más de los documentos que no se consideraban útiles, pues, como ha señalado Maravall, se temió que se pusieran en duda ciertos derechos de los señores, lo que sucedió en Marbella no se encuadra dentro de este «expurgo legitimador», sino que obedece más bien a acciones de saqueo, a acciones genéricas de pillaje sobre todo tipo de bienes que Julio Cerdá ha documentado en otros archivos municipales, cuyos papeles fueron utilizados por los franceses para el lecho de caballos en las cuadras. Testimonios de esta destrucción por parte de los franceses encontramos igualmente en Actas Capitulares desde 1820 a 1876, y en varios documentos incluidos en los protocolos notariales entre los años 1844 y 1848.

En este sentido, no sólo han sido las tropas francesas las únicas responsables de la pérdida o destrucción de los papeles del Archivo. En 1909, el médico municipal don Félix Jiménez Ledesma, que a la sazón lideraba una organización opuesta al caciquismo tradicional y cercana al reformismo de la Institución Libre de Enseñanza, protagonizó un enfrentamiento con el Consistorio que fue seguido de forma masiva por los sectores más desfavorecidos de la ciudad. El cese del médico supuso el detonante de un verdadero motín en el que participarían mayoritariamente mujeres y niños que invadieron la Secretaría municipal destrozando y quemando, según reza en la Correspondencia Oficial, una gran parte de los documentos del Archivo. Una relación de Secretaría informa de cuáles fueron los documentos que sufrieron pérdida o deterioro: Contribución Urbana de 1908-1909, la Rústica de 1909, los Apéndices de Rústica desde 1896 a 1908, los Presupuestos Ordinarios de 1874 a 1900, el Impuesto de Industrial y algunos Apéndices de Amillaramientos.

Respecto a la ubicación física de la documentación, hasta llegar a la situación actual, los papeles del archivo han sido objeto de constantes traslados. Sin información sobre su establecimiento hasta la mediados del siglo XX, sólo se puede asegurar que una de las secciones de fondo más importante del Archivo Municipal, el llamado Fondo Bazán, ha estado depositada en el hospital del mismo nombre hasta principios de los años 80, y que otra parte de los papeles de lo que hoy constituye el Archivo Histórico se ha conservado, en condiciones precarias, en el edificio San José. Mientras tanto, los documentos generados por la institución matriz se fueron disponiendo en el sótano del Palacio Municipal (Plaza de los Naranjos), hasta que en 1998 pasaron a las dependencias de la calle Portada (antigua Comisaría), quedando configurado el anterior emplazamiento como archivo central. Por último, en 2006, la Delegación de Cultura ofrece parte del Cortijo Miraflores para albergar los fondos del Archivo Histórico.

En cuanto a la historia de la organización, los documentos citan los sucesivos nombramientos de archiveros o personas «encargadas del arreglo de los papeles del archivo». Con la preocupación por los archivos municipales que se produjo a causa del proceso desamortizador, la figura del archivero municipal adquiere un singular protagonismo. En este sentido, el Ayuntamiento de Marbella, a partir de los años 60 del siglo XIX adoptaría una serie de acuerdos encaminados al nombramiento de los sucesivos «archiveros». Así, en 1865 se creó la plaza de archivero, que fue ocupada al año siguiente por Juan Bautista de Lagos. En 1868 se nombra para el cargo a Felipe Miranda; en 1872 a Pedro Gallardo Burgos, y en 1894 a Bonifacio Hernández Belón.

Posteriormente, es conocida la iniciativa de Fernando Alcalá Marín (funcionario por entonces y cronista oficial hasta su fallecimiento en 2006), en los años 40 del siglo XX para rescatar y estudiar determinados fondos municipales. Años más tarde, en los ochenta, la Delegación de Cultura del Ayuntamiento concedió una beca a la historiadora Lucía Prieto Borrego para trabajos archivísticos, lo que supondría en la práctica dotar de una primera organización a los papeles municipales (que se hallaban entonces, en un lamentable estado, en el edificio San José). La organización actual de los fondos se comenzó en 1987, cuando se ocupó la plaza de archivero y se procedió a una organización con criterios archivísticos, que va a experimentar un importante impulso con la nueva ubicación del archivo en la calle Portada a partir de 1998, y, sobre todo, con la creación del Archivo Histórico Municipal, con sede en las dependencias del Centro Cultural «Cortijo de Miraflores»; ello acompañado de una idónea dotación de personal y de medios que está posibilitando poner a disposición de los investigadores y del Ayuntamiento todo el material debidamente organizado.